LA GLÁNDULA DE LA LUZ
Para
los biólogos del siglo pasado, la glándula pineal era apenas un órgano
atrofiado, que a lo largo de la evolución humana había perdido su función y, utilidad.
Pero cuando en 1959 el investigador norteamericano Aaron Lerner relacionó este
órgano con la producción de una hormona llamada melatonina, muchos estudiosos
se interesaron en esta glándula y en las legendarias teorías que la vinculaban
al tercer ojo. Lo primero que se descubrió fue que la glándula pineal, a pesar
de estar ubicada en el centro de la masa encefálica, era casi tan sensible a la
luz como la retina: la oscuridad lograba activarla, llevándola a producir mayor
cantidad de melatonina, mientras que la luz la mantenía en una especie de
letargo.
Como
la melatonina es una hormona que interviene en el desarrollo sexual y también
en ciertos cuadros depresivos, se pudo comprender entonces por qué en países
fríos, donde la luz solar era escasa, la poca estimulación de la glándula
pineal ocasionaba una maduración sexual tardía y cuadros depresivos mucho más
frecuentes. Pero al mismo tiempo (aunque las estadísticas no se ocupasen de
este “detalle”) también en los lugares de inviernos rigurosos como el Tibet o
Escandinavia los poderes paranormales parecían más frecuentes, a causa de una
mayor actividad pineal
Mientras
la biología humana realizaba estos descubrimientos, los zoólogos y
paleontólogos descubrían que numerosos animales poseen también una glándula
semejante a la pineal, la cual está estrechamente relacionada con el instinto
de conservación y con el reloj biológico. La novedad que aportaron estas
investigaciones fue que tanto los reptiles prehistóricos como las palomas y
ciertos peces, percibían -gracias a esta glándula- variaciones en el campo
magnético y distinguían además los cambios de intensidad en las ondas
ultravioleta, siendo probable que esta percepción les permitiese “ver”
realidades que los humanos ni siquiera sospechamos.
Estos
datos llevaron a los investigadores a remitirse a las fuentes del budismo, que
ya en el siglo V a.c sostenía que el sexto chakra, donde se ubica la glándula
pineal, es una ventana hacia la luz divina. Para estos ascetas, el tercer ojo
es una especie de “antena cósmica” y su doctrina sostenía que aprendiendo a
desbloquear energéticamente este sitio cualquier ser humano -según sus propias
experiencias personales- podría comunicarse con seres no físicos, leer el
pensamiento y visualizar el aura de quienes los rodeaban
Algunos
neurobiólogos de avanzada, convencidos de la verdad biológica que se ocultaba
en los preceptos del misticismo, comenzaron a experimentar con animales y luego
con seres humanos para determinar si la glándula pineal era o no un órgano
atrofiado. Fue así que, luego de diversas pruebas, el doctor español José Luis
Bardasano elaboró en 1971 una tesis fundamental que lleva su nombre.
CUANDO UN LAMA IBA A SER TREPANADO, PERMANECÍA A OSCURAS UN
DIA ENTERO, CON UNA COMPRENSA DE HIERBAS ANESTÉSICAS SOBRE LA FRENTE. AL
AMANECER, LE CLAVABAN EN EL ENTRECEJO UN PUNZÓN asegurarse que la glándula
pineal es la sede anatómica de la percepción extrasensorial y que, a pesar de
estar poco desarrollada en el hombre, se la puede estimular convenientemente
con prácticas de meditación profunda y con ejercitación
lumínica.
La
glándula pineal se activa en la oscuridad y se atrofia al recibir demasiada
luz. Esto fue comprobado ampliamente por los neurobiólogios que enunciaron las
teorías VELO y VEO, vinculadas con este fenómeno.
VELO
es el nombre que se le aplica a la activación de la glándula pineal, mediante
sesiones de oscuridad prolongada, hasta lograr ver los objetos a pesar de la
falta de luz. “Tras un entrenamiento de varias sesiones -relata un sujeto en
prueba de adaptación VELO- colocaron ante mis ojos un objeto que no llegué a
reconocer, antes de quedar sumergido completamente en las sombras. Primero
distinguía una luminosidad grisácea pero llegó un momento que noté claramente
que se trataba de un ramo de orquídeas. Lo más interesante es que llegó un
punto en que pude ver sus colores y todos sus detalles, gracias a una especie
de luz pulsante que irradiaba de la planta”.
Otra forma de entrenar la glándula pineal es mediante la
práctica del VEO, que consiste en permanecer con los ojos vendados en un sitio
luminoso, tratando de concentrar la energía en el entrecejo, hasta percibir las
imágenes. Este ejercicio es más complicado que la práctica VELO, requiere mayor
entrenamiento y concentración y, por eso, para quienes se inician en el
desarrollo de su tercer ojo es más recomendable acudir a la técnica VELO.
De todos modos,
ambas ejercitaciones lumínicas son de gran utilidad para mejorar el
funcionamiento pineal: permitiendo que en forma paulatina se aprenda a ver en
la oscuridad, mejorando la propia intuición y ayudando a que quienes las
practican puedan distinguir el aura (una irradiación luminosa y colorida que
rodea a todos los seres vivos). Para efectuar usted también una ejercitación
lumínica, proceda de la siguiente forma:
Elija
un sitio tranquilo y que pueda oscurecerse por completo. Coloque frente a usted
un objeto colorido (por ejemplo, un ramo de flores), apague la luz y permanezca
observándolo en la oscuridad durante 10 minutos.
Durante,
este lapso intente mantenerse muy concentrado. Para lograrlo respire lenta y
profundamente, tratando además de no pensar en ningún asunto que pueda
distraerlo de su práctica.
Busque
la colaboración de alguna persona para aplicar la ejercitación VELO en la
visualización del aura. Durante una semana, tal como hizo con las flores,
observe a su compañero en la oscuridad, tratando de concentrarse sobre todo en
su cabeza y sus manos.
CONCLUSIÓN
Se
cree que ciertas especies animales y algunos antecesores del hombre poseían
efectivamente desarrollado un tercer ojo sobre su frente, y que hoy este órgano
se ubica en el centro del cráneo, convertido en una glándula que lleva el
nombre de pineal.
SI USTED CONSIGUE ABRIR LOS CANALES ENERGÉTICOS DE SU
GLÁNDULA PINEAL, LLEGARA A NOTAR IRRADIACIONES EN LA CABEZA Y LAS MANOS DE LA
PERSONA QUE LO ACOMPAÑARA EN LA EXPERIENCIA, A PESAR DE NO HABER LUZ EN EL CUARTO
Los egipcios se servían de él para anticiparse al futuro,
los hindúes lo consideraban la llave de la iluminación y los, aztecas
intentaban despertarlo para obtener una visión directa de lo invisible. Lo
cierto es que el tercer ojo fue considerado el “órgano del alma” en numerosas
civilizaciones ya extinguidas y que todas ellas coincidieron en ubicarlo en el
entrecejo, sobre la frente. Durante
años, el tercer ojo fue incluido en el terreno de lo mítico, pero en la
actualidad la ciencia cree haber establecido una conexión entre él y la
glándula pineal, un órgano de función desconocida que todos los seres humanos
poseemos, casi oculto entre la masa encefálico
El
esoterismo y la parapsicología insisten en señalar al tercer ojo como el
responsable de la telepatía y la visión extrasensorial. Aseguran, además, que
si bien los místicos y los niños pequeños son quienes tienen mayores
posibilidades de utilizarlo, todos podemos despertar su poder con un poco de
práctica, para abrimos así al maravilloso universo de la intuición.
MILENARIAS
TEORÍAS SOBRE EL OJO SAGRADO
Se
cree que en el Paleolítico los seres humanos conocían la existencia del tercer
ojo, ya que se han encontrado en diversos puntos del planeta antiguos cráneos
que habían sido trepanados en la frente y en la coronilla: una práctica bastante
habitual en el centro de Europa y en la América Precolombina, cuyo fin era
“abrir” un ojo artificial, en el lugar exacto en donde debía ubicarse el
verdadero ojo sagrado.
Pero la teoría esotérica más antigua sobre el tercer ojo la
encontramos recién en Egipto.
Para
los egipcios sólo 1 los faraones poseían este órgano de visión extrasensorial,
al que llamaron el ojo de Horus. En muchas de sus pinturas sagradas, lo
representaron como un triple ojo, símbolo de la trinidad ocultista de] dios
Tot. Y también en numerosos sarcófagos, estatuas y en los relatos del “Libro
oculto de la morada” (la gran obra religiosa de los habitantes del Nilo) el
tercer ojo aparecía asociado a una serpiente, ya que este animal, enrollado en
espiral sobre la frente de un iniciado, permitía leer el destino.
La otra civilización
que se ocupó de la existencia del tercer ojo fue la hindú. Los lamas tibetanos,
en su intento por lograr el desarrollo interior a través de la capacidad de la
mente, consideraban el tercer ojo como un punto de proyección hacia la
conciencia cósmica. Asociaban este sitio con el sexto chakra (uno de los
centros superiores de energía del cuerpo humano, situado entre ambas cejas),
adjudicándole las funciones de aguzar la intuición y de permitirle al hombre el
éxtasis.
Casi
todas las técnicas para—abrir el tercer ojo son herencia de los monjes del
Tibet. Meditar, llevando toda la atención al entrecejo es una de ellas, así
como concentrarse en la observación de cristales (que reflejan la luz tal como
el tercer ojo multiplica la Verdad), ya sea cristal de roca, una bola de
cristal o incluso un cuenco de agua cristalina. La trepanación también era
habitual entre los lamas orientales para ayudar al florecimiento de este poder
intuitivo, aunque en la actualidad se considera que esta práctica es muy
peligrosa, ya que una persona que no esté preparada para ver el futuro,
distinguir el aura humana o realizar viajes astrales, corre el riesgo de
enloquecer.
Cuando
un lama iba a ser trepanado, permanecía a oscuras un día entero, con una
compresa de hierbas anestésicas sobre su frente. Al amanecer se lo conducía a
otra habitación, en la cual un grupo de lamas le clavaban en el entrecejo un
punzón esterilizado, hasta llegar al hueso. Durante 3 semanas, el iniciado
permanecía sin comer, con una astilla de madera en su herida. Al finalizar este
período se quemaba la astilla con incienso, como ofrenda, luego de lo cual el
lama era ya capaz de distinguir el aura de las personas a voluntad.
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