La mística de la reencarnación ha sido durante siglos objeto
de fascinación para las mentes curiosas. Desde el origen del tiempo, el hombre
ha especulado con la posibilidad de que la vida sea un hilo continuo, de tal
modo que los procesos del nacimiento y la muerte sólo sean fases que se mueven
desde un nivel de existencia a otro. Toda vida es cambio y todo cambio es vida,
pero la vida eterna es la que los antiguos maestros prometieron y, dentro de
este ámbito de la vida eterna, todo cambia aunque nada cambie.
¿Cuál es la realidad de la existencia del hombre? ¿Acaso es su
vida física, sus actos, los principios que defiende, o hay algo mucho más sutil
que crea y recrea la vida humana?
Nuestros sentidos pueden engañarnos fácilmente. Un hermoso
diseño arquitectónico sólo es tan real como la idea que lo creó, porque en
algún punto del tiempo y el espacio la estructura simbólica dejará de existir,
aunque la idea que la creó continuará existiendo eternamente. El profeta
Nostradamus escribió gran cantidad de páginas físicas, muchas de las cuales
fueron quemadas o se perdieron. A pesar de todo, las ideas de esas páginas han
sobrevivido. Tal es, pues, la substancia de la vida eterna.
La idea que tienes de ti mismo es tu yo real, no el yo tal
como lo ven tus familiares, amigos y vecinos. El yo real no es tu cuerpo
físico, por lo que no puedes aceptar que sus efectos finalicen en el límite de
la piel.
EI tiempo no existía cuando tú no existías y el tiempo no
existirá cuando tú dejes de existir. Pero parte de ti cambiará porque durante
tu vida eterna pasarás por unas transformaciones interminables a medida que tu
alma viaja hacia la perfección, tal como sucede con la oruga y la mariposa. Para
una oruga, encerrarse en el capullo es la muerte, pero para la mariposa se
trata simplemente de pasar de una forma física a otra, sin perder su propia y
verdadera esencia en el proceso.
En el antiguo Egipto, los cuerpos de las almas difuntas eran
sepultados con sus posesiones más queridas, de modo que pudieran sentirse
cómodas durante el largo viaje. Desde hace muchos años en la India los cuerpos
se quemaban para que el alma pudiera elevarse sobre las cenizas hacia Brahma,
entendiéndose que el caparazón físico era sólo el templo en el que se aloja el
alma. Parecen saber que el mismo pensamiento que fue capaz de crear tal templo,
también lo será de crear nuevos templos a medida que el alma los necesite.
Se ha informado sobre la aparición de espíritus desde el
principio de los tiempos, indiscriminadamente, en todas las naciones del globo.
El hombre escucha voces, recibe mensajes, ve formas espirituales y, en algunos
casos, incluso experimenta contactos con sus vidas anteriores.
La persona escéptica considerará que todo esto no es más que
el producto de una mente desequilibrada, pero resulta que hay demasiadas
ocasiones en que las pruebas sobre la existencia de otras formas de vida son
tan substanciales que hasta la mente más crítica se ve obligada a detenerse y a
hacerse preguntas. El proceso de la vida eterna se ve no sólo como plausible,
sino de hecho como la única explicación lógica, precisamente allí donde
fracasan todas las explicaciones científicas.
Sabemos que los bebés nacen con personalidades definidas,
que ya exhiben como tales durante los primeros días pasados en el hospital. A
menudo estas personalidades son muy distintas, despliegan características
únicas y son inexplicablemente contrarias a la herencia que pudieran traer. En
la India se han registrado numerosos casos de niños capaces de hablar dialectos
extraños, distintos a los que les enseñaron sus propias familias.
De vez en cuando observamos casos de talentos innatos verdaderamente
notables. Mozart, por ejemplo, dio su primer concierto a la edad de cuatro
años, superando en mucho cualquier clase de conocimientos musicales que hubiera
podido obtener durante los primeros cuatro años de su vida.
La única explicación posible sobre tan elevado desarrollo
musical es que fuera el resultado de varias vidas y que alcanzara la cúspide de
su expresión precisamente en esa encarnación.
Sería difícil explicar el talento de Miguel Ángel si
pensáramos que lo había obtenido sólo durante una vida, sin haber sabido
anteriormente nada de arte.
Aquellos talentos naturales que uno posee sin necesidad de
que nadie se los haya enseñado suelen ser cosas que uno ha ido elaborando antes
de la encarnación actual.
Consideremos el caso de Edgar Cayce, nacido con el don
natural de la clarividencia y la percepción extrasensorial.
Cuando aún no era más que un jovencito; un día, se suponía
que debía estar leyendo un libro determinado como parte de las tareas a
realizar en casa, no obstante, se durmió en el suelo, utilizando el libro a
modo de almohada. Después de despertarle, su padre estuvo a punto de castigarlo
por no haber hecho sus deberes, pero Cayce le dijo: «Sé todo lo que dice el
libro. Sé de qué se trata.» Cuando su asombrado padre lo interrogó, el joven
Cayce contestó todas las preguntas como si en realidad hubiera leído todo el
libro en cuestión.
¿De dónde pudo proceder tanto talento?
En el terreno de las fobias, que se resisten tenazmente a
todas las formas de tratamiento psiquiátrico, descubrimos que la raíz de tal
temor extremo se halla profundamente implantada en el alma, aunque ahora
continúe sólo como un residuo y a pesar de que el individuo ya ni siquiera
recuerde conscientemente la razón de tales fobias.
Todo lo que necesitaría experimentar para desatar fobias de
ese tipo sería una forma de impresión sensorial que le recordara al
subconsciente del individuo una encarnación pasada durante la cual pudo haber
experimentado una razón adecuada capaz de explicar su temor actual. Enterrados
en los recuerdos del alma se hallan los negativos de las imágenes de cada uno
de los acontecimientos por los que ha pasado cada alma. Todo lo que se necesita
son destellos de luz capaces de enfocar esos negativos, de tal modo que tengan
la capacidad para afectar al individuo en su vida actual.
La psicología moderna, sin poseer una comprensión real de la
reencarnación, intenta tratar a los pacientes que sufren de fobias por medio de
un proceso que llaman «desensibilización». Confían en que, al desensibilizar al
individuo, alcanzarán finalmente un estado de menor reacción ante los
estímulos. Evidentemente, el precio a pagar es que el paciente se ve
desensibilizado a todos los estímulos, en lugar de los pocos cuyo origen actual
se encuentra en los negativos de su vida anterior.
Al comprender cómo reacciona un individuo ante el tiempo,
obtenemos la primera clave de porqué son tan difíciles de superar los temores y
las fobias. Resulta razonable esperar que un estilo de vida perpetuado como un
hábito durante tres o cuatro encarnaciones, exija a los psicólogos de cuatro a
cinco años de tratamiento antes de empezar a ver con cierta claridad.
En el deseo subconsciente de hallar una vida mejor, los
individuos muestran una fuerte tendencia a comprimir el tiempo. En esencia,
resulta que un problema crónico experimentado en una vida anterior, y que pudo
haber durado treinta o cuarenta años, una vez surgido en la vida actual como un
residuo que aparece estimulado por un acontecimiento o percepción, queda
comprimido de tal modo que aquel lapso de experiencia tan prolongado resurge
simbólicamente durante un período de vida relativamente corto. Se expande,
entonces, de tal modo la emoción producida por estos mismos acontecimientos que
la reacción a ellos es totalmente desproporcionada, y va mucho más allá de los
estímulos psicológicamente observables de la vida corriente. Al mismo tiempo,
los traumas agudos de las vidas pasadas tienden a ser tan dolorosos en la
memoria del alma, que el individuo es capaz de acudir a todos los extremos
imaginables con tal de evitar aquellas zonas o situaciones que él sabe
inconscientemente que desatarán tales imágenes negativas.
Así, por ejemplo, parece lógico pensar que una persona con
pánico a las alturas haya sufrido en una vida anterior una caída mortal. A partir
de todos los casos con los que me he tenido que enfrentar, las indicaciones
muestran que aquellas cualidades que, para bien o para mal, tienen una menor
integración con el resto de la vida actual, no son más que residuos de una
encarnación pasada. Piensa, por ejemplo, en todos aquellos aspectos sobre ti
mismo acerca de los cuales no te haya sido posible encontrar respuesta. ¿Dónde
encontrar esa respuesta?
La ley del karma
El gran maestro Buda nos enseña: «Eres lo que piensas,
habiéndote convertido en lo que pensaste». La Biblia nos dice: «No os engañéis,
nadie se burla de Dios. Según sea la siembra del hombre, así será su cosecha».
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Cada día es el resultado del día anterior, del mismo modo
que hoy es el retoño del árbol del mañana. Cada pensamiento es el resultado del
pensamiento que le precede, del mismo modo que cada vida es otro anillo
concéntrico en el árbol de la vida eterna. Todo lo que se tiene que hacer en
cada encarnación es encontrarse con uno mismo, hágase lo que se haga, váyase adonde
se vaya, piénsese lo que se piense. Y toda experiencia vital está destinada a
ayudarle a uno a refinar ese sí-mismo que evoluciona constantemente hacia una
expresión cada vez más perfecta del alma.
El alma expande continuamente su consciencia a través de su
experiencia, hasta que, finalmente ya, no tiene la menor necesidad de
reencarnar en un cuerpo físico. Antes de nacer, el alma escoge las almas de
quienes se convertirán en sus padres. Define la religión en la que vivirá.
Selecciona el ambiente en el que nacerá y será educado, y en último término
programa en yuxtaposición todas las experiencias de la vida por las que tiene
que pasar, incluyendo cada uno de los callejones sin salida en los que entrará
hasta descubrir el camino que conduce a la verdad.
A medida que los pasos dados por la vida se hacen más y más
ligeros, lo mismo sucede con el peso kármico, Sin embargo, no se puede
apresurar este proceso de encontrarse consigo mismo, porque si uno trata de
avanzar en puntillas se pierde el equilibrio.
El hombre no hace más que buscar el camino de regreso a
casa, y define su estado de felicidad por la seguridad experimentada al
recorrer ese camino. Vaya donde vaya, el hombre siempre se dirige a casa (como
el Hijo Pródigo) y sus lecciones kármicas son el mapa de ruta en el que se
señalan las detenciones, obstáculos y rodeos que tiene que superar para llevar
su alma al estado de perfección en que volverá a ser uno con el Espíritu Puro.
La vida bajo la Ley kármica
El gran místico Yogananda explicaba la reencarnación y el
karma con las siguientes palabras: «La vida es como una gran cadena en el
océano de Dios. Cuando una porción de la cadena surge de las aguas, sólo se ve
esa pequeña parte. El principio y el final permanecen ocultos. En esta encarnación
sólo estás viendo un eslabón de la cadena de la vida, mientras el pasado y el
futuro, siendo aún invisibles, permanecen en las profundidades de Dios, que
sólo revela sus secretos a quienes se hallan sintonizados con él.»
Aunque la mayor parte de nosotros no poseemos recuerdos
conscientes de nuestras vidas pasadas, no sólo estamos viviendo los efectos de
todo lo que hemos causado en aquellas vidas, sino que son precisamente aquellas
causas las que nos hacen nacer desiguales,
No debemos confundir la creencia de que «todos los hombres
han sido creados iguales» con la de «todos los hombres nacen iguales». Sabemos
perfectamente que un niño nacido con un defecto invalidante no tendrá el mismo
estilo de vida ni disfrutará de las mismas oportunidades de otro niño nacido
sin defectos. Un niño nacido en un ghetto no puede esperar tener las mismas
experiencias que otro niño nacido en el campo. Sabemos que el concepto de que
todos los hombres son creados iguales es correcto en la medida en la que se
refiere al hombre como una entidad con alma en su creación original, en cambio,
lo que este mismo hombre haga con dicha igualdad, a partir del momento en que
empiece a moverse en la vida, es algo que depende por completo de su libre
albedrío. Naturalmente, aquello que haga con su voluntad determinará también
los niveles de evolución que alcanzará su alma, así cómo y cuándo los
alcanzará.
Dos individuos confrontados con los mismos acontecimientos o
circunstancias se comportarán de modo diferente. Uno echará a correr huyendo
del acontecimiento, mientras que el otro se enfrentará con él hasta el máximo
de sus posibilidades. El primer individuo tendrá que volver a repetir la
experiencia una y otra vez, mientras que el segundo se hallará preparado para
avanzar hacia el aprendizaje de nuevas lecciones. A medida que transcurre el
tiempo, no medido ya en meses y años sino en vidas enteras, el segundo
individuo irá alcanzando niveles de evolución cada vez más elevados y con mayor
rapidez, mientras que el primero se tendrá que enfrentar a las mismas lecciones
kármicas, básicas y elementales, durante una eternidad de períodos de vida.
A pesar de que todos vivimos bajo la misma ley kármica, cada
uno de nosotros se encuentra en un peldaño distinto de la escalera que conduce
a la perfección. Cada peldaño es una fase de crecimiento diferente, pero
siempre estará en consonancia con todos los peldaños ya subidos que nos han
permitido llegar al nivel en el que estamos ahora. Cada uno de los peldaños
dejados atrás es una encarnación pasada, y en cada vida que vivimos nos vamos
asegurando que la estructura de la escalera que está bajo nosotros sea firme y
sólida. Es muy arriesgado subir corriendo una escalera que tiembla; hay que
esforzarse en los peldaños inferiores para dejarlos bien asegurados.
Las ideas no duran mucho. Hay que hacer algo con ellas
Santiago Ramón y Cajal
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